Manuel Danvila, prototipo del historiador decimonónico –

Leer a Danvila (1830-1906) nos sitúa en el ámbito de unos historiadores ciclópeos ‒por su volumen de páginas e intereses‒ que poblaron la España de la Restauración hasta la segunda década del siglo XX.

MicaletSu génesis se sitúa en los ideales de la revolución de 1868 ‒conservadoramente interpretados‒ y su muerte viene precipitada por la irrupción de los historiadores “profesionales” (universitarios) que nunca dejaron de verlos como meros “aficionados”. Pero en sus años de esplendor ‒apenas una generación‒ implantaron una aspiración que se convertiría en recurrente: la historia es una ciencia, la historia aspira a la verdad, la historia procede de la investigación.

La historiografía ‒terreno fértil a la impiedad‒ ha develado de estos hombres su grandilocuencia y filisteísmo, así como su desorejado compromiso político so capa de pura ciencia. Tiene razón. Pero queda lo otro, su “positivismo”, su afán de no aceptar sino lo que se ha podido comprobar.

Más difícil es perdonar a algunos de ellos lo mal que escribían. Sin embargo, no es el caso de Danvila.

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