Nación e historia –

Nación e historia

«Tal vez no encontremos en el mundo una nación que haya tenido menos oportunidad de decidir su propio destino que la española. En rigor, la Historia de España no la han hecho los españoles más que en mínima parte: la han hecho a menudo sucesos y accidentes en cuyo desencadenamiento no ha tenido mano el español y cuya trayectoria  tampoco ha podido gobernar. Toda nación debe su personalidad a diversos elementos: físicos  -el medio-, étnicos, históricos, etc. Pero la proporción en que cada uno de estos agentes participa en el proceso formativo de las sociedades humanas varía sobremanera. A unos pueblos les ha sido dable manifestarse en la Historia con absoluta fidelidad a su carácter, porque ningún accidente grave ha venido a perturbar el espontáneo desenvolvimiento de su existencia. Hay naciones, por el contrario, moldeadas en grado superlativo por la acción de la Historia. España es una de ellas. La Historia –relaciones internacionales, instituciones políticas, formas de cultura- puede ejercer sobre la suerte de una nación influjo tan hondo como el milieu y la psicología o idiosincrasia nacional.

El destino de la Península Hispánica parece estribar en servir de palestra a cuantas banderías, pueblos y civilizaciones tienen que dirimir una querella. En España se ha decidido sucesivamente -al menos en parte considerable- el destino de Roma, el futuro de la Cristiandad, la estructura política de Europa.

En España iniciFotorCreated2an cartagineses y romanos la segunda guerra púnica y se baten luego las facciones de las guerras civiles italianas. Sobre España descarga el Islam toda la energía de su expansión en Occidente. Concluida virtualmente la reconquista del territorio por los cristianos (siglo XIII), cuando España comienza a eliminar cuerpos extraños, Francia e Inglaterra extienden a la Península (siglo XIV) su guerra secular. En el siglo XVIII (Guerra de Sucesión) se dilucida en suelo español la hegemonía europea de las dos grandes casas reinantes en el continente. A principios del siglo
XIX (Guerra Peninsular o de la Independencia) se vuelve a decidir en España, con el quebranto del poder napoleónico, el porvenir de España. En 1823, la Santa Alianza, vigía del absolutismo, sofoca en España la libertad con el envío de un ejército francés de ocupación. Por último, aún está viva la situación en que varias potencias contrarían una vez más, el libre juego de las fuerzas políticas españolas imponiendo a esta nación un linaje determinado de gobierno repudiada por ella.

Si bien se considera, sólo durante los siglos XVI y XVII deja de padecer España decisivas injerencias exteriores. Pero aunque ningún siniestro histórico no provocado por los españoles desvía en esos siglos el curso de la política peninsular, ésta viene determinada, quizás irrevocablemente, por un pasado que el español no pudo elegir».

Ramos Oliveira, A.- Bernecker, W., Un drama histórico incomparable. España 1808-1939, Urgoiti Editores, Pamplona/Iruña, pp. 5-6.

Un comentario