Obermaier en el debate sobre ciencia y religión –

Por Juan Pedro Bellón, en Archivo Español de Arqueología 2016, 89, págs. 293-304.

El trabajo realizado por C. Cañete y F. Pelayo en la colección editada por Urgoiti Editores supone, sin lugar a dudas, una entrada de aire fresco en el conocimiento y trascendencia historiográfica de Hugo Obermaier. Y es necesario también valorar aquí el conjunto de publicaciones reunidas en la colección de la editorial citada como un referente para la historiografía de nuestro país en general y para la Historia de la Arqueología/ Prehistoria en particular. Las reediciones de obras trascendentales de A. Schulten, P. Bosch, J. R. Mélida, pioneros de la arqueología española, miradas desde nuestros días, constituyen en sí mismas un referente historiográfico para el presente y para el futuro de la disciplina.

Los propios autores se plantean en la introducción a su estudio la dificultad de abordar un trabajo historiográfico canónico sobre un personaje que ha sido relativamente bien estudiado, fruto de numerosas publicaciones por parte de un notable número de investigadores en nuestro país. Quizás aquí reside la originalidad del planteamiento del estudio preliminar a una obra que, escrita por un sacerdote, recogía todos los avances de la paleoantropología mundial para incorporarlos a nuestro país, no precisamente permeable a las ideas evolucionistas como ya indicase en su día M. A. Querol (2001). Además desde su Cátedra de la Universidad Central, Obermaier actuó como una fluida correa de transmisión de los avances en la disciplina a varias generaciones de prehistoriadores en España que recogerían su testigo en la posguerra, en una coyuntura política y cultural bien distinta al periodo de entreguerras señalado por los autores en su título, como M. Almagro Basch o J. Martinez Santa-Olalla.

obermaier2Por tanto, uno de los rasgos destacables del estudio es su originalidad a la hora de abordar el análisis historiográfico de Obermaier, incidiendo en aspectos precisamente poco tratados, a la vez que colocados desde una perspectiva amplia sobre el desarrollo de la paleoantropología, la introducción de las teorías evolucionistas, la incorporación de los nuevos descubrimientos de fósiles humanos en distintas partes del mundo, así como, desde fuera, el impacto que dicho proceso implicaba en una sociedad culturalmente católica e inmovilista.

Los grandes temas tratados se resumen al principio de la obra: el debate sobre la existencia del ‘hombre terciario’, la contribución de Obermaier para actualizar los nuevos hallazgos e introducirlos en el circuito científico y cultural español, los conflictos generados entre ciencia y creencia, bien estudiados para el siglo xix pero con cierto vacío para las primeras décadas del siglo xx por lo que la aportación aquí realizada es también novedosa; la cuestión del africanismo, trascendental para comprender la paleoetnología de nuestra península de la época y no pocas cuestiones relacionadas con las identidades y los discursos nacionalistas; y, además de nuevos datos biográficos sobre H. Obermaier, otra cuestión importante: la relación del mismo con la doctrina de los círculos culturales (“Kulturkreislehre”) que, como señalan, ha sido poco tratado por nuestra historiografía especializada.

Aunque la presencia, trascendental para la prehistoria española, de Obermaier en nuestro país podría ser leída como parte de una política científica de incorporación de especialistas en líneas de investigación determinadas, los autores demuestran que la misma se debió a una serie de factores personales, institucionales y políticos que desembocaron, en 1923-24, en la creación de la Cátedra de Historia Primitiva del Hombre, si bien es cierto que instituciones como la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas o el Museo de Ciencias Naturales acogieron en un primer momento a Obermaier dentro de su estructura orgánica y le permitieron, esta vez desde dentro, la realización de su labor profesional en nuestro país.

Otra cuestión es si su papel en España y su excepcionalidad al conseguir una Cátedra respondieron a un proyecto externo más que interno.

El libro analizado fue sin duda un referente académico para varias generaciones —se llegaron a realizar ocho ediciones— y con independencia del debate, también estudiado por los autores sobre la armonía entre ciencia y religión, es decir, que pese a las susceptibilidades que pudiese despertar el tema del origen de la especie humana, fundamentalmente en la España franquista, siguió teniendo aceptación académica y continuo siendo actualizado por otros autores de prestigio, como A. García y Bellido o L. Pericot. Pero su trasfondo también se entronca con aspectos más profundos en lo esencialista, como la correlación entre la hipótesis que sostenía la existencia del ‘hombre terciario’ y la consecuente aceptación de una especie preadamita, es decir, con rasgos más propios del reino animal y sin los atributos inferidos de la acción creadora de un Supremo Hacedor identificados, en su caso, con la espiritualidad, la existencia de un código de creencias ritualizadas y artefactos (u obras de arte) que las reflejasen.

Este debate hunde sus raíces en el siglo XVI, incluso en fuentes islámicas previas, recogidas por Averroes (Sanjay 2010), y cuyo principal exponente, declarado hereje por la Iglesia Católica, fue Isaac La Peyrere (Popkin 1987; Livingstone 2008) y que A. Schnapp ha relacionado con un intento frustrado de aparición de la disciplina prehistórica (Schnapp 2008).

Creo que queda suficientemente expuesta por los autores la capacidad de Obermaier para no solo introducir o actualizar los hallazgos que se iban produciendo en todo el mundo en el campo de la paleoantropología sino también para discutir sobre los mismos, sobre su encaje en la cada vez más compleja cadena de restos fósiles que se iban incorporando al registro. Un caso paradigmático escogido por los mismos es la crítica de Obermaier a los restos del conocido como ‘Hombre de Piltdown’ (Eoanthropus Dawsoni), para los que esperaba nuevos datos que pudiesen esclarecer su adscripción ante las dudas puestas en evidencia por el contexto (Cañete y Pelayo 2014: LXIX) y que, como sucedió con el citado Hombre Terciario (citas unas veces entrecomillado y otras con mayúscula: elegir), no tardarían en caerse del debate historiográfico. A todo ello hay que añadir una prolija búsqueda bibliográfica relacionada con dos aspectos: por un lado, aquella que se utiliza para comprobar el impacto científico de la obra de Obermaier, y no solo en revistas especializadas sino también en aquellas relacionadas con el debate entre ciencia y religión, es decir, toda una pléyade de publicaciones católicas que recogían en sus páginas las disposiciones tanto de la política oficial del régimen franquista como la encíclica dictada por Pio XII en 1950 (Humani Generis, Sobre las falsas opiniones contra los fundamentos de la doctrina católica); por otro, el desarrollo del texto recoge el propio proceso historiográfico, es decir, un bien documentado trabajo de recopilación de las distintas ediciones de la obra y sus variaciones temporales, en las que queda de manifiesto la incorporación de nuevos datos a las mismas y, finalmente, el impacto de las nuevas teorías en un marco temporal y social cambiante. A todo ello hay que añadir una regresión a los orígenes de la polémica entre el transformismo y la doctrina católica, la creación de instituciones destinadas a conciliar ciencia y creencia o a combatir directamente la vía materialista abierta a cuestionar los fundamentos de la cosmogonía creacionista. Es en este ambiente donde el idealismo metafísico de investigadores como Obermaier se aleja del materialismo, donde aparecen vías alternativas y donde aparecen las primeras reacciones oficiales de la Iglesia, cuando en 1909 establecía la realidad histórica del Génesis.

Por otra parte, también es aclaratoria la articulación de los capítulos destinados a las tesis africanistas y a la repercusión de la teoría de los círculos culturales en nuestro país, en ambos casos, tratados desde una perspectiva introductoria hasta sus implicaciones directas con las ideas al respecto de H. Obermaier.

En definitiva este encuentro entre paleoantropología, ciencia y religión configura una línea de fondo del discurso, una amalgama que nos remite a nuestra historia cultural o social reciente y que debe considerarse como una de las principales aportaciones de la obra. Como ya puso de relieve M. A. Querol (2001) nuestro país ha adolecido de una fuerte resistencia a la aceptación del modelo evolucionista debido a la hegemonía de la cultura católica y a su participación en la educación reglada en la práctica totalidad del siglo xx. Aun hoy son palpables las resistencias e injerencias de este tipo de cuestiones personales (libertad de credo) en nuestra formación, en nuestro diseño curricular básico, en un hecho por otra parte colectivo, como debería considerarse la investigación científica en el ámbito de la paleoantropología. De este modo, se nos ha presentado a una especie humana con unas cualidades sobredimensionadas respecto de los no-humanos, los ‘monos’, distinción que permite, al fin y al cabo, no solo separar y distinguir, sino justificar el hecho dogmático de la creación. Por otra parte, la existencia de una teoría o cultura hegemónica, la católica, habría supuesto un sesgo de autocensura para el desarrollo de esta línea de investigación en nuestro país al suponer un riesgo real para el desarrollo de cualquier carrera académica o científica en un marco en el que la creación de la principal institución nacional destinada a la investigación científica (el CSIC en 1940) estaba participada por la jerarquía eclesiástica y aceptaba en sus bases orgánicas y teóricas la existencia de una ciencia basada en la providencia y en una misión social doctrinaria. Al contexto de esta dinámica puede añadirse la relevancia que para la paleoantropología del siglo XX tuvieron personas directamente relacionadas con el clero católico, como el Abate Henri Breuil, Andre Glory, Frederic- Marie Bergougnioux, el P. Teilhard de Chardin o el propio Hugo Obermaier, entre otros. En este punto quizás habría sido interesante presentar como contrapunto las teorías alternativas defendidas por otros arqueólogos contemporáneos.

El planteamiento cerrado y basado en objetivos concretos queda satisfactoriamente resuelto al combinar un proceso de presentación detallada de cada uno de los temas para ser desarrollado con posterioridad en los detalles oportunos, en la complejidad de los mismos. El estudio se ha basado exclusivamente en el análisis crítico tanto de la obra tratada como del resto de aportaciones del autor analizado en sus publicaciones a la vez que en su interrelación con el marco historiográfico coyuntural a las mismas. Creo que es una aportación que confirma y ratifica el papel protagonista de H. Obermaier en nuestra historiografía arqueológica.

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